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Las Normas Protocolares....El Tratamiento


 

El Ceremonial debe cumplir la difícil función de garantizar el orden correcto de las jerarquías para respetar la representatividad que se le reconoce a las posiciones de poder y a las funciones.

Por eso, hablar de Ceremonial es referirse a un método de organización, de orden y equilibrio en las relaciones.

Significa planear y llevar a cabo correctamente, en todos sus detalles, el desarrollo de los rituales, eventos o ceremonias de la vida de relación, cualquiera sea el ámbito.

Para esos objetivos, el Ceremonial cuenta con ciertas reglas establecidas por ley o impuestas por la tradición.

Las normas protocolares tienen su origen en los usos de cortesía; son una larga tradición practicada en la actividad oficial y en la diplomática que se ha afianzado durante el siglo XX con el protagonismo que alcanzaron los organismos internacionales.

Si se comparan las reglas sociales a lo largo de la historia se observa que tienden a simplificarse todas las formalidades. Del mismo modo, el Ceremonial pintoresco de la antigüedad ha cambiado y se ha adaptado a las sociedades del siglo XXI.



 

Hoy, los viajes de delegaciones, las reuniones internacionales, los congresos, las convenciones, las relaciones empresariales y el turismo son actividades frecuentes que requieren un marco normativo más práctico, más flexible, tanto en el orden interno como en el que se refiere a las relaciones entre países.

Las normas protocolares se han adecuado a las necesidades de estos tiempos, y deberán seguir -en el futuro- un proceso de adaptación a la realidad que siempre facilite la comunicación; de lo contrario solo servirían para entorpecerla, desnaturalizando su función, que no es otra cosa favorecer las relaciones.

El Ceremonial reconoce las jerarquías y le otorga a cada individuo la ubicación y el trato que le corresponde por su posición o por su rango dentro de cualquier estructura, oficial, privada, nacional o internacional.

Para cumplir con ese reconocimiento es necesario contemplar dos principios básicos que ordenan la dinámica protocolar: el Tratamiento y la Precedencia.


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El Tratamiento

Es la forma correcta de dirigirse a las personas de acuerdo con la jerarquía, con el cargo que desempeñan o con el título que ostentan.

En cada uno de los ámbitos donde se desarrollan las relaciones humanas están establecidos los tratamientos que deben utilizarse: con las autoridades del  Estado nacional, en la milicia, en la esfera laboral, en la académica, en la religiosa o en la social; pero estos tratamientos pueden diferir o tener alguna modalidad particular según el país de que se trate, de modo que se sugiere consultar sobre el uso correcto allí donde cada uno desarrolla su actividad.

Además, aunque la empresa administre sus propias reglas, los tratamientos suelen respetarse, de ahí la necesidad de conocer las fórmulas generales ya impuestas.

El tratamiento ha sido siempre un título de cortesía que se otorga gentilmente al interlocutor y que favorece la comunicación entre las personas; los más frecuentes en el mundo de habla hispana eran “merced” y “señoría”.



 

Hoy, se utilizan distintas fórmulas; algunas se refieren al cargo o a la jerarquía, otras a la condición social o al título académico.

Sin embargo, por tradición, “señor” (o “señora”) es el tratamiento de mayor significación.

La palabra deriva de “señorío”, antigua división territorial donde gobernaba el “señor”, amo o dueño del lugar, y era usado en la antigüedad por los siervos como muestra de sumisión y respeto.

La palabra “señor” está asociada al concepto de integridad de una persona y adjudica honorabilidad a quien recibe ese título.

Este tratamiento, que hoy se aplica prácticamente a todas las personas, se considera el de mayor respeto y es el que se utiliza para dirigirse a las máximas jerarquías, aún cuando tengan asignado algún tratamiento especial por el rango, el cargo o la función que cumplen; por ejemplo, se puede optar por “Excelencia” o por “Señor”, y ambos son correctos.



 

De la misma forma con respecto a quienes poseen un título nobiliario, puede optarse por este tratamiento o mencionar el título nobiliario correspondiente: Conde, Duque, Marqués, pero sin anteponer “señor” ni “señora”, ya que, tradicionalmente, solo la servidumbre se dirige a ellos de esa forma: “Señor Conde”, “señora Duquesa”.
 

También en las distintas alternativas de la vida social las fórmulas de cortesía más corrientes son “señor” y “señora”; del mismo modo lo son en la esfera laboral para dirigirse a los superiores, pues significa reconocer y acatar la autoridad de un jefe.

En este sentido no es aconsejable tratar de “señor” a quien tiene una jerarquía similar porque sería reconocerle mayor rango, pero es correcto usar el tratamiento de “señor” acompañándolo del apellido para dirigirse a los que tienen igual o inferior condición.

Del mismo modo corresponde el uso de “señora” para las damas casadas y las mujeres solteras de mediana edad; los tratamientos de “señorito” y “señorita”, aplicados a los hijos solteros del “señor”, están en desuso y en ocasiones pueden tener connotaciones sarcásticas.

No obstante, “señorita” sigue siendo una fórmula de cortesía que usan los niños para dirigirse a su maestra.


En la monarquías, al Rey o al Emperador se les dice “Su Majestad” (S.M) y a los Príncipes, “Su Alteza” (S.A.) y “Su Alteza Real” (S.A.R.) cuando son príncipes herederos del trono; y si son Príncipes soberanos, “Su Alteza Serenísima” (S.A.S.). El tratamiento es similar para las damas de igual jerarquía.

Los tratamientos de las altas autoridades de gobierno pueden diferir de un país a otro. En general, a los presidentes les corresponde el tratamiento de “Excelentísimo Señor” (Excmo. Sr.); a los ministros y secretarios del poder ejecutivo y a las altas autoridades del poder legislativo y judicial “Su Excelencia” (S.E./ S.Excia.); a los jueces “Su Señoría” (S.Sa.) y para las siguientes categorías suele usarse “Ilustrísimo Señor” (Ilmo. Sr.) y “Señoría”.
 

En algunos países de América Latina ha entrando en desuso el tratamiento de Excelentísimo Señor Presidente; por ejemplo, la Argentina ha eliminado este tratamiento y lo ha reemplazado por el de “Señor Presidente”; como consecuencia, también se han eliminado en el orden interno los tratamientos de las demás autoridades nacionales (Excelencia o Señoría) y los cargos se mencionan anteponiéndole –solamente- la palabra “Señor”; por ejemplo: Señor Senador, Señor Diputado, Señor Embajador (para los embajadores argentinos), Señor Juez.

Sin embargo, estas decisiones de orden interno no tienen injerencia en los tratamientos acordados internacionalmente, de modo que se respeta el tradicional tratamiento de Su Excelencia (S.E./S.Excia.) para los embajadores extranjeros acreditados.

Las instituciones militares se desenvuelven con mayor rigor en la aplicación de las normas, de modo que el tratamiento de “señor” adquiere todo su valor. En el ejército, cuando un subordinado se dirige a un superior, menciona también el grado anteponiendo el adjetivo posesivo “mi”; por ejemplo “mi capitán”; “mi coronel”; luego, puede continuar la conversación y usar el tratamiento de “señor”.

Por su parte, el superior jamás usará este tratamiento con el subordinado y solo dirá “capitán” “teniente” “mayor” o el grado que corresponda.

Cabe aclarar que las mujeres se dirigen a los oficiales con el tratamiento de “señor”, sin hacer uso del “mi”.

En la Marina tampoco se usa el adjetivo posesivo “mi”, solamente se menciona la jerarquía, “Comandante” o “Almirante”; pero se debe tener en cuenta que los oficiales que han alcanzando los grados que van desde Capitán de Corbeta hasta Almirante reciben el nombre de “Comandante”.

El tratamiento de “Su Excelencia” (S.E./S.Excia.), propio delos jefes de estado, ministros y altas autoridades del gobierno, es también el tratamiento para quienes tienen títulos de nobleza comprendidos entre el título de Duque y el de Barón.

Del mismo modo, es el tratamiento para los embajadores aunque también puede usarse el de “Señor”.

En algunos países, por una tradición de cortesía, a la esposa de un embajador también se le otorga el tratamiento de “Excelencia” y se la llama “Señora Embajadora”.

Pero cuando una  dama ocupa el cargo de Embajador, para identificarla como Jefe de la Misión diplomática se ha recurrido a la fórmula francesa: Señora Embajador (Madame l'Ambassadeur) y de esta forma se distingue el tratamiento propio de quien ocupa la función, del tratamiento tradicional de cortesía que se brinda a las consortes.


En el orden eclesiástico a cada jerarquía le corresponde un tratamiento; aunque pueden existir pequeñas diferencias.

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Visite mi apartado "El Protocolo y LosTratamientos" en el mismo encontrá toda la  información, así mismo sus respectivas abreviaturas:


Muchas gracias por su atención... Luis Cano.
 

 

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